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Desconocida

  Siempre me había sentido orgulloso de mi trabajo. Desde que estaba en la universidad, me apasionaba por conocer lugares nuevos y gente experimentada en el campo del turismo. Ahora, ya habían pasado unos cuantos años, desde entonces, y mi profesión seguía llenándome de felicidad en cada recorrido que planificaba como guía turístico.   Aquel día no fue diferente. Un pequeño y variado grupo venía por el recorrido del cementerio histórico, el cual era bastante solicitado. Me presenté ante el grupo, mientras inesperadamente vi al cielo mirando una bandada de pájaros volar. Una abuela, quien formaba parte del grupo tomó mi brazo para traerme de vuelta al presente. Sonreí.   Comenzamos la caminata por el campo santo, apreciando la belleza surrealista con la que estaban decoradas algunas tumbas. La abuela volvió a llamar mi atención, hablándome en un idioma que no comprendía, mientras señalaba un punto en un mapa que trazaba la ruta intransitable...

Gitana frente a la glorieta

 Era una tarde de verano, calurosa, soleada. Ya casi terminaba el día. Ella y yo estabamos vestidas muy ligeras de ropa, short y camisa con hombros descubiertos, era un día de descanso y disfrute, como aquellos que solíamos compartir juntas.

La música era ese ingrediente que no podía faltarnos, comenzó mientras tomabamos el almuerzo, por demás delicioso.

Hacíamos hora, el jazz sería mucho más tarde. 

Pero otra música nos atrajo, los sonidos de instrumentos en vivo tienen ese toque especial, único, encantador. Flauta de pan que enamora los oidos. 

Ambas nos emocionamos, era rock. 

Nos acercamos al sitio del toque, aunque había mucha gente. Un par de bandas tocaron, mientras unos fanáticos bailaban y brincaban frente a la tarima de los músicos. 

De repente, apareció su amigo entre la multitud. Me conoció, sonrió ampliamente. Un poco sorprendida, también le sonreí y le devolví el saludo. El volvió a sonreir y se escabulló corriendo entre la multitud. 

Las bandas pararon de tocar, y siguió sonando la música. Ella amaba la música, nuestra amistad se había forjado con sonidos. 

Comenzaba a hacerse de noche, así que emprendimos el camino hacia el club, sonaba una canción, un clásico del rock, que decía "I was made for loving you baby..." supongo que no necesita traducción, supongo que ya sabes cuál es el grupo. 

Pasamos caminando frente a la glorieta, ambás estabamos riendo ampliamente, y cuando desvié la mirada allí estaba él, junto a su amigo quien señalaba hacia donde estaba yo. Pero, sólo sonrió, se sujetó su cabello e irguiéndose con cierta arrogancia desvió la mirada. 

Quise creer que no me había visto, pero sabía que no era cierto. Sé que me vió. 

Yo también lo vi. Y me quedé soñando, como siempre, que se escondía tras los muros del club para espiar a ver qué hacía. Me quedé soñando una historia en donde corría a través de ese pasillo, junto a él, tomados de la mano en medio de la noche, mientras nos besábamos en la oscuridad.

Me quedé soñando una historia. Soñando una historia como esa triste canción de amor. Esa fue la última vez, hace 5 años.

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